Beneficios de una dieta Plant Based

A pesar de que muchos consumidores no alcanzan los niveles recomendados de ingesta de alimentos vegetales, ciertos segmentos de la población parecen estar cada vez más conscientes e interesados ​​en los alimentos vegetales.

La principal barrera percibida para la adopción de una dieta basada en plantas fue la falta de información sobre las dietas basadas en plantas. Las personas menos dispuestas a cambiar su patrón de alimentación son mayoritariamente las personas mayores y los no educados en la universidad. Los principales beneficios asociados con las dietas basadas en plantas  fueron los beneficios para la salud, en particular la disminución de ingesta de grasas saturadas (79%), el aumento en la ingesta de fibra (76%), y la prevención de enfermedades (70%).

Investigación de: European Journal of Clinical Nutrition

Comenzamos con la opinión de que una alimentación basada en plantas es óptima y sucede que esta alimentación, cuando se hace bien (vegetales sin procesar, de buena calidad, legumbres, frutas y cereales), es baja en grasa, así como en proteínas. Es una alimentación que, para la mayoría de la gente, es de 10% a 15% de grasa y de 8% a 12% de proteína. Para aquellos que demuestran vulnerabilidad a los trastornos de salud, la ingesta de grasa debe favorecer.

Las enfermedades crónicas degenerativas tienden a agruparse, tanto a nivel geográfico como individual. Las vías bioquímicas y las reacciones -en formas que muestran control de retroalimentación, homeostasis y adaptación- operan de manera que, en última instancia convergen para producir sus efectos. Los componentes de origen vegetal, cuando se toma en consideración la “dosis”, conducen esta infinidad de reacciones que provocan una sinfonía de efectos. Los componentes de origen animal se oponen a esta tendencia. “El organismo vive de manera óptima mientras pasen a través de él sustancias compatibles con su biología”.

Los nutricionistas, médicos e investigadores que están enfocados en un nutriente/una enfermedad, ignoran (voluntaria o involuntariamente) el vasto conocimiento que nosotros ya poseemos sobre la inmensa habilidad de la alimentación basada en plantas sin procesar para prevenir y tratar una diversidad de enfermedades crónicas.

Todos somos prisioneros de nuestras formas gustativas, así que la comida que elegimos consumir, es aquella a la que nos hemos acostumbrado. Ahora sabemos que estas preferencias, aunque limitan nuestras elecciones en el corto plazo, pueden ser cambiados.

Hay estudios que demuestran que las grasas monoinsaturadas promueven la lesión aterosclerótica de manera muy similar a las otras grasas. Además cuando comparamos la alimentación asiática baja en grasa con la dieta mediterránea alta en grasa, vemos algunos hallazgos muy interesantes, pero sobre todo no reconocidos. Ambos grupos  de personas, el pueblo mediterráneo y el chino rural, consumen una alimentación basada en su mayor parte en plantas. Aunque se hablado mucho de las tasas más bajas de enfermedades cardiovasculares y de cáncer entre los habitantes del mediterráneo, esto realmente significa menores que en los EU y el Reino Unido. En realidad, las tasas de enfermedad del mediterráneo son significativamente MÁS ALTAS que las tasas de los chinos rurales.

¿Por qué son “más altas”? ¿Es debido a su mayor consumo de aceite de oliva? bien podría ser el caso, especialmente teniendo en cuenta los efectos adversos de las grasas monoinsaturadas sobre las lesiones de aterosclerosis.

En el análisis final, es la nutrición basada en los alimentos, no la nutrición basada en nutrientes, lo que realmente importa.

El enfoque en nutrientes específicos y sus efectos determinados ha resultado en una falta  de confianza entre los estadounidenses sobre lo que constituye la alimentación humana ideal.

Poblaciones saludables, delgadas y de larga vida consumen aun alimentación dominada por alimentos basados en plantas sin procesar con pequeñas cantidades de carne y pescado y poca o ninguna comida chatarra procesada. Estas personas no necesitan o se preocupan por saber que la caseína, la proteína de la leche es un potente promotor de tumores.

SALUD CARDÍACA

La enfermedad arterial coronaria, que es la forma más común de enfermedad cardíaca, y la responsable de los infartos cardíacos, no debería existir y si existe, nunca debería progresar.

¿Como se puede hacer esta afirmación cuando la enfermedad coronaria es el asesino líder de las mujeres y hombres de la civilización occidental?

Las víctimas de la guerra de los conflictos de Corea y Vietnam produjeron una incidencia de enfermedad cardíaca coronaria en la autopsia del 80 %, a pesar de tener una edad promedio de 20 años. En Estados Unidos es difícil encontrar una familia que no tenga un pariente inmediato o lejano con enfermedad cardíaca. Un estudio de las víctimas civiles entre las edades de 16 y 34 años, quienes mueren por accidentes, homicidios y suicidios, revela enfermedad cardíaca coronaria en cada uno de ellos. El Dr. Lewis Kuller, un profesor universitario de Salud Pública de la Universidad de Pittsburg, hizo la siguiente afirmación en abril del 2006, a partir de su estudio de salud cardiovascular que tuvo 10 años de duración: “Todos los hombres que tienen 65 años de edad o más, que han estado expuestos a la dieta occidental tradicional, tienen enfermedad cardiovascular y deberían tratarse como tal”.

¿Esto significa  que estamos todos destinados a enfermarnos de enfermedad cardíaca coronaria?

El Dr. William Castelli quien dirigió el famoso estudios del corazón de Framingham, subvencionado por los Institutos Nacionales de la Salud. A mediados de los ochenta, afirmó que los 5.5 billones de personas del mundo cuatro nunca han escuchado acerca de las enfermedades cardíacas. Haciendo referencia a que esta enfermedad estaba limitada a personas que vivían en la civilización occidental y a aquellas poblaciones que tenían la solvencia para consumir leche y productos lácteo, huevos, carne, pollo, harina blanca y aceites procesados de manera regular.

La segunda guerra mundial proporcionó un ejemplo gráfico de cómo los estragos de estas enfermedades podrían ser totalmente detenidos. Noruega era una de las varias naciones europeas occidentales ocupadas por la Alemania nazi durante el conflicto entre 1939 y 1945. Los alemanes retiraron todo el ganado de estos países invadidos. Las poblaciones nativas subsistieron  de cereales de grano entero, leguminosas, vegetales y frutas.
Casi inmediatamente, las muertes por ataques cardíacos y enfermedad cerebrovascular en Noruega se desplomaron. Con el cese de las hostilidades en 1945, los productos animales estuvieron de nuevo al alcance, así como el retorno inmediato de los niveles de mortalidad de estas enfermedades previos a la guerra.

Es una lección poderosa en salud pública respecto a la causa y la cura de nuestro asesino más común: la enfermedad cardíaca. Este mensaje no fue acatado por la profesión médica o por el público. Ha sido todo lo contrario.

Las áreas rurales de China, los montañeses de Papúa Nueva Guinea, los habitantes de África Central y los indígenas Tarahumara del Norte de México siguen una nutrición basada en plantas y son perdonados de esta epidemia galopante, la cual es una enfermedad de la abundancia.

La profesión médica tiene un registro aún más pobre. Ha tomado la estrategia de que cada estadounidense debe saber todos los factores de riesgo para enfermedad cardíaca como el tabaquismo, la presión arterial alta, la diabetes, el colesterol alto, y una fuerte historia familiar. El énfasis en los factores de riesgo por parte de la profesión médica es una concesión sobreentendida de que, mientras los estadounidenses consuman semejante dieta tóxica, todos desarrollarán la enfermedad. Entonces, el saber tus factores de riesgo puede alertarte y alertar a tu médico, de alguna manera, acerca de qué tan rápido te está atrapando esta enfermedad.

Dr. Caldwell Esselstyn Jr.

Atletas vegetarianos en Yale

El profesor, Russell Chittenden, al final del siglo XIX y comienzo del siglo XX era un profesor muy distinguido de química fisiológica en la Universidad de Yale, EU. Se preguntó si consumir dietas mucho más bajas en comidas ricas en proteínas (es decir, mucho más bajas en ingesta de comidas de origen animal) provocaría fatiga excesiva y pérdida de la aptitud mental y física.  Lo que le preocupaba a Chittenden eran las afirmaciones de que un generoso consumo de proteína de origen animal podría realmente llevar a tener la fuerza, la resistencia y las cualidades “varoniles” como algunos decían.

Inicialmente organizó un experimento para ver si comer menos proteína y comida de origen animal los haría a él y a sus colegas más débiles y menos capaces de realizar un buen día de trabajo. Por el contrario, encontró que su salud, vigor y condición física general fueron mejorados considerablemente.

Luego realizó un experimento más completo de seis meses con un destacamento de militares que acababan de comenzar con su entrenamiento y que estaban acostumbrados a comer grandes cantidades de carne rica en proteínas. Él cambió la alimentación de uno de ellos a una que contenía sólo alrededor de un tercio del consumo habitual de proteínas. Esto lo hizo reduciendo sustancialmente (pero no eliminando completamente) la carne, estableciendo de manera clara que esta baja ingesta de proteína era adecuada para mantener sus necesidades habituales de proteína. Él también los sometió a una serie de 15 pruebas de fuerza y exámenes de acondicionamiento físico. El puntaje promedio para las quince pruebas al principio fue de unos 3000 y el puntaje final fue de 6000. Sin duda una mejora bastante notable.

Lo que le esperaba a Chittenden era, en su mayor parte, el desprecio de sus colegas y no fue sino hasta la década de 1940, cuando la recomendación diaria para la ingesta total de proteínas se redujo, que su trabajo fue reivindicado, parcialmente. Sin embargo, incluso entonces, la recomendación para la ingesta de proteínas de la especie animal era todavía dominante. Y, hasta nuestros días, el estadounidense promedio obtiene del 60 % al 70 % de sus proteínas de fuentes animales —en su mayoría, sin darse cuenta de que esta práctica surgió, en gran parte, de la falsa premisa de que la proteína animal mejora el buen estado físico y la competitividad deportiva

Los chinos tienen las recomendaciones sobre la cantidad de proteína en los alimentos más altas de cualquier país del mundo, en su mayoría por el presunto propósito de mejorar el rendimiento atlético en los Juegos Olímpicos. Esto parece especialmente irónico, considerando que era bien sabido en la Grecia Antigua que los atletas olímpicos se desempeñaban mejor cuando consumían una alimentación basada en plantas. Así como el hecho de que algunos de los atletas de hoy, como Dave Scott, seis veces campeón del triatlón Ironman, y Carl Lewis, siete veces medallista de oro como velocista olímpico, entrenen y compitan con una alimentación basada en plantas.

No se trata de que la proteína de origen animal no pueda ser utilizada para un buen efecto, especialmente cuando nada más pueda estar disponible, o que este nutriente no genere masa muscular. Lo hace. Pero también lo hace la proteína de origen vegetal. Y lo hace con resultados superiores. Si tan solo hubiéramos recordado y comprendido el trabajo de Chittenden, tal vez no estaríamos sufriendo tan graves consecuencias para la salud hoy.

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