Los lácteos han sido un alimento de tradición a lo largo de nuestra cultura y desarrollo como sociedad; se nos había dicho durante mucho tiempo que la leche de vaca nos nutría y que era indispensable en la dieta. Sin embargo, en diversos estudios se ha demostrado que esto no es así y que, incluso, en grandes cantidades puede ser perjudicial para la salud. Pero ¿habías escuchado sobre las casomorfinas, un opioide dentro de la leche? Sigue leyendo.
La casomorfina es un producto que resulta de la descomposición de la proteína de la leche; se le denominó casomorfina debido a la acción opiácea que conlleva.
Recordemos que la caseína es la principal proteína de la leche tanto humana como la de vaca y es hidrolizada por diversas enzimas intestinales. Ese producto que resulta de dicha descomposición son péptidos similares a la morfina, llamados exorfinas, en este caso, específicamente las b-casomorfinas (BCMs) que pueden pasar al torrente sanguíneo y hasta pueden ligarse a los receptores neuronales que utiliza la heroína (Esteche, 2019).
De hecho, la leche está considerada como un alimento adictivo debido a la acción de esas casomorfinas. Sabemos, por ejemplo, que las BCMs son sustancias que se encuentran también en la descomposición de la leche materna, sin embargo, esta viene en pequeñas cantidades para dar consuelo o como tranquilizante al bebé. Pero, en la leche de vaca, también están implícitas y en grandes cantidades puede funcionar como un opioide en los adultos (Barnard, PCRM).
Las BCMs tienen diferentes funciones dentro del organismo, una de ellas es la participación en la regulación del sistema neuronal, endócrino (mayor liberación de insulina), inmunológico (alergias y liberación de moco). Ejerce, por lo tanto, una influencia en las actividades nerviosas, digestivas e inmunitarias por medio del receptor opioide (como una droga).
Las casomorfinas, entonces, pueden afectar la absorción de nutrientes y al metabolismo postprandial, estimulando la secreción de insulina y de somatostatina. Se le han atribuido efectos como depresión de la respiración, hipotensión, supresión de la secreción gástrica y efectos sobre la termorregulación y la sensación de hambre (Martínez & Martínez, E. 2006).
Por lo tanto, cuando escuches la frase: “es que soy adicto a los lácteos”, créela, ¡sí, lo es! porque a mayor consumo, mayor necesidad de seguir consumiendo.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias:
– Martínez, O. & Martínez, E. (2006) Proteínas y péptidos en nutrición enteral. Revista nutrición hospitalaria 21 (supl. 2).
– Esteche, J. (2019) Proteína animal asociada a patologías. Fundación H.A. Barceló. Facultad de Medicina. Trabajo de investigación.
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