Sabemos, en este punto, que existen grasas saludables y grasas que pueden ser perjudiciales para la salud. Pero ¿cuál es la diferencia? Y ¿cuál es la relación de estas con el sistema inmunológico?
Recordemos que el cuerpo requiere de tres macronutrientes básicos: hidratos de carbono, lípidos y proteínas. Dentro de los lípidos básicamente dos tipos: los buenos y los que debemos de moderar o los que se consideran malos. Dentro de las grasas “malas” (o que debemos de moderar): son generalmente grasas sólidas (manteca, mantequilla) y son -generalmente- de origen animal (grasas saturadas); este tipo de grasas, debido a su composición aumentan el colesterol y el riesgo de padecer arteriosclerosis. Por otro lado, están las grasas trans, este tipo de grasas provienen de alimentos hidrogenados que no presentan, nutricionalmente hablando, un beneficio a la salud sino todo lo contrario. Por otro lado, están las grasas buenas: o grasas insaturadas (monoinsaturadas, poliinsaturadas): generalmente se encuentran en estado líquido (aceite de oliva o aguacate) o en semillas (almendras, nueces, aguacate) son de origen vegetal y debido a su composición ayudan a reducir el colesterol por sus propiedades antiinflamatorias y antioxidantes.
¿Qué hay del aguacate y el aceite de coco en relación con el sistema inmunológico?
El aguacate, es un fruto oleaginoso que es rico en ácidos grasos monoinsaturados e insaturados y rico en vitamina E, lo cual lo vuelve el antioxidante perfecto para el sistema cardiovascular y para la primera línea de defensa de nuestro sistema inmune al reducir los efectos de los radicales libres.
Mientras que, el aceite de coco es un ácido graso saturado… sí, hasta aquí podríamos pensar que es una grasa mala. Sin embargo, de esos AGS su composición principal es de ácido láurico un AG de cadena media (en general, las grasas saturadas son de cadena larga), por lo cual no tiene la misma composición que la mantequilla o las carnes grasas, por mencionar un ejemplo. Esta grasa, específicamente se absorbe y metaboliza de distinta manera volviéndolo un aliado en reducir los triglicéridos (Sáyago et al. 2008) pero ojo, este sí se debe de consumir con moderación.
Ahora, sabemos que una dieta baja en grasas puede favorecer el sistema inmunológico, pero más que la reducción, hablemos de la calidad de dichas grasas. En muchas dietas de enfermedades crónicas, la evidencia nos dice que el consumo de alimentos como las semillas, pescados y aceite de oliva, ayudan al sistema cardiovascular; y esto es justamente por su efecto antiinflamatorio y antioxidante. No así con un exceso de grasas saturadas que son proinflamatorias.
También recordemos que las grasas están estrechamente vinculadas con la función hormonal, por lo cual es evidente que las necesitamos, pues ayudan a la correcta función del sistema endocrino y, de esta manera, la producción de ciertas hormonas funge como activador o receptor de nutrientes y células relacionados con el funcionamiento del sistema inmune. Es decir, ¡todo está conectado!
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