Debido al estilo de vida que tiene la mayoría de la población, se ha identificado que pueden ocasionar la aparición de estrés, ansiedad, depresión o insomnio. Existen estudios que han detectado una estrecha relación entre la forma de alimentación y el estado de ánimo. La alimentación no saludable se ha relacionado con la presencia de depresión, ansiedad y estrés. El bajo consumo de lácteos y un exceso de dulces se asocia con un mayor riesgo de desarrollar ansiedad, estrés, depresión e insomnio.
La búsqueda y consumo de alimentos tienen la finalidad de satisfacer los requerimientos de nutrientes necesarios para poder mantener las funciones del organismo para asegurar su supervivencia. Es importante mencionar que el hambre y el apetito no es lo mismo. El hambre se entiende como aquella condición de necesidad de alimento orientado al mantenimiento de las funciones del organismo. Mientras que, el apetito es el deseo o anhelo de alimento con ciertas características siendo común aquellos alimentos ricos en azúcar y/o grasa.
Los hábitos de alimentación, la selección de alimentos, la preparación y la cantidad de ingesta son comportamientos que se relacionan con la alimentación y se le conoce como conducta alimentaria. La conducta alimentaria está regulada por dos sistemas uno homeostático situado en el hipotálamo y otro de tipo hedónico, representado por el sistema de recompensa cerebral. Estos sistemas se encuentran modulados por diferentes señales como señales estimuladoras u orexigénicas e inhibidoras o anorexigénicas del apetito.
Cuando existen condiciones de estrés crónico, la actividad del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, el cual regula la concentración de cortisol plasmático (hormona producida en situaciones de estrés), da lugar a la activación de diferentes mecanismos que promueven la ingesta de alimentos con alto contenido energético, que generan la alteración de los procesos que se encargan de la regulación del apetito, lo cual puede favorecer el desarrollo de conductas compulsivas en la búsqueda de alimento. Por lo que la combinación de estrés y el consumo de alimentos con alto aporte energético representa factor clave para la ganancia de peso y desarrollo de obesidad.
El consumo repetido de alimentos apetitosos es considerado como un alivio del estrés, facilitando una condición u oportunidad de confort. La relación entre estrés crónico y la ingesta elevada de alimento tienen a la adiposidad visceral y a la resistencia a la insulina como factores predisponentes a una alteración metabólica que afecta a la salud.
Existen diversas actividades que ayudan a disminuir el estrés. Realizar ejercicio físico, deporte al aire libre, descansar el tiempo suficiente, meditar y tener una alimentación saludable son acciones que ayudan a combatir el estrés. Alimentos como los frutos secos (nueces, pistaches, almendras, etc), chocolate negro (que contenga un alto porcentaje de cacao), avena, frutas y verduras, infusiones o tés relajantes son una buena opción para incluir en la alimentación cuando se está en situaciones de estrés.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias:
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Allwood, J. G., Wakeling, L. T., & Bean, D. C. (2021). Fermentation and the microbial community of Japanese koji and miso: A review. Journal of Food Science, 1–14.
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