Conservar el medio ambiente es proteger la salud humana

La existencia del ser humano depende de la naturaleza, el ser humano mismo es parte de la naturaleza, no es algo separado de ella, al igual que el resto de las especies, con las que convivimos en la Tierra. Para cubrir nuestras necesidades básicas y disfrutar de un estado de bienestar en el que se incluye la salud, el trabajo, la educación y la vivienda, necesitamos de los recursos naturales y materias primas de diversa índole.
Todo lo que producimos y consumimos lo obtenemos de la tierra, los mares, los ecosistemas, las masas forestales, los yacimientos minerales e incluso los glaciares.

Los beneficios que nos regala el medio natural son múltiples y de un valor incalculable para la vida. Las montañas, por ejemplo, abastecen de agua dulce y cristalina a la mitad de la población mundial; de los mares y océanos, que ocupan más del 70% del planeta, extraemos cerca de 80 millones de toneladas de capturas al año destinados a la alimentación, además de ser el mayor sumidero de carbono del mundo, por lo que también ayuda a regular el clima; los bosques, que ocupan en total casi 4000 millones de hectáreas, nos surten de multitud de productos y bienes como la madera, el caucho y el aceite de cocina, además de purificar el aire, el agua y la tierra.

Sin embargo, el nivel de bienestar alcanzado actualmente por gran parte de la población está dejando una huella profunda en nuestro entorno, con consecuencias medioambientales a escala global que ponen en peligro la calidad de vida que hemos alcanzado.

Tal vez la mayoría de la gente respondería que “nuestra propia salud” es lo más importante. No porque sean egoístas o indiferentes con el medio ambiente, sino porque probablemente no saben -de seguir como vamos-, lo que está en juego si nuestro ecosistema ya no puede sostenernos. Y no conocen la acción más poderosa que podemos tomar para promover la salud ecológica.

En cuanto a la salud ambiental, la mayoría de la gente piensa que es una cuestión de reciclar, tomar duchas más cortas, conducir vehículos eléctricos, instalar paneles solares, etc. Todas son cosas buenas ciertamente, pero son solo una gota en el balde cuando se trata de preservar la capacidad de nuestro ecosistema para sostenernos.

Al margen de las actividades industriales, nuestros hábitos alimentarios también tienen un coste ambiental notable: monocultivos masivos, procesos de elaboración industrializados, envase, refrigeración, transporte, cocción…
Aunque los estudios realizados hasta ahora ponen de manifiesto que las alteraciones del medio ambiente también repercuten sobre la salud, establecer una vínculo causal entre unos determinados factores ambientales y los efectos perjudiciales para la salud no es un trabajo fácil. La complejidad de las relaciones causa-efecto en problemas sanitarios de origen ambiental, plantea varias dificultades a los investigadores, por lo que también se considera necesaria la utilización del principio de precaución.

Hoy en día existen evidencias inequívocas de que el ser humano está interfiriendo en gran parte en los procesos que conjuntamente determinan el funcionamiento de la biosfera, por lo que nos enfrentamos a grandes desafíos como el cambio climático, la extinción masiva de especies o la falta de acceso al agua potable para más de 7.300 millones de personas.

El conocimiento del que disponemos en el siglo XXI y la capacidad de producción y aprovechamiento de los recursos que hemos desarrollado, nos colocan en una situación privilegiada con respecto a nuestros antepasados en la historia.

Proteger  y conservar los ecosistemas de los que depende nuestra supervivencia, significa proteger también nuestra salud y la de las futuras generaciones. El desarrollo sostenible, que consiste en satisfacer nuestras necesidades presentes sin comprometer la satisfacción de necesidades de futuras generaciones, se ha convertido en un objetivo común que solo será posible alcanzar con el compromiso de la comunidad científica, los líderes políticos y la sociedad civil entera.

¿Qué nos regala el medio ambiente?

La incidencia negativa de los cambios globales sobre la salud humana puede resumirse en los siguientes puntos:

  • Cambios en la morbilidad a causa de la temperatura en sí misma, y por la influencia del cambio climático en la producción de alimentos.
  • Efectos en la salud y mortalidad relacionados con acontecimientos meteorológicos  extremos como tormentas, huracanes y precipitaciones extremas.
  • Aumentos de los efectos negativos en la biósfera, asociados a la contaminación y los residuos.
  • Enfermedades transmitidas por los alimentos, el agua, por vectores infecciosos y roedores.

Actualmente se conoce que muchas de las enfermedades respiratorias como el asma y las alergias, están provocadas por la contaminación del aire; que los metales pesados y los contaminantes orgánicos persistentes como dioxinas o plaguicidas están relacionados íntimamente con trastornos neurológicos de desarrollo; que el cáncer infantil está vinculado a una serie de agentes físicos, químicos y biológicos como la comida industrializada, los metales pesados presentes en diversos medicamentos, el  humo de tabaco o la exposición de los progenitores a disolventes en su entorno laboral.

IMPACTO AMBIENTAL SEGÚN EL TIPO DE DIETA

Comparación del impacto entre los distintos patrones alimentarios, expresada como la media de los resultados obtenidos en las diferentes perspectivas.

“Un cambio en los hábitos alimentarios hacia el aumento de consumo directo de alimentos vegetales, parece ser un objetivo deseable en la perspectiva del desarrollo sostenible en los países desarrollados. Debido a un menor impacto las dietas basadas en el mundo vegetal (plant based)  pueden jugar un papel importante en la conservación de los recursos ambientales”

Fuente: Evaluating the environmental impact of various dietary patterns combined with different food production systems. L Baroni, L Cenci, M Tettamanti, M Berati. European Journal of Clinical Nutrition (2007) 61, 279–286.

Consumir la comida equivocada.

En comparación con una alimentación basada en plantas, la dieta occidental típica (Standard American Diet) requiere diez veces más de tierra, agua y energía para producir el mismo número de calorías.

Pero la buena noticia es que la categoría de “comida equivocada”, se puede arreglar en un tiempo relativamente corto.
Más buenas noticias: nuestro consumo de comidas de origen animal es, de lejos, el principal contribuyente a la mayoría de nuestros problemas ambientales y de salud.

El hecho es que cualquier persona que esté consumiendo comidas de origen animal, puede cambiar a una alimentación en su mayoría basada en plantas en cuestión de días. Por lo tanto, lo mejor que todos podemos hacer por nuestro medio ambiente, nuestra civilización y el futuro de nuestra especie es ayudar a que TODOS entiendan las razones más importantes por las cuales deberían hacer ese cambio, —¡cuanto antes, mejor!–
Siempre consumir productos locales, que no hayan recorrido grandes distancias para llegar a nuestro alcance, que no vengan en empaques de plástico y sin marca, beber agua de filtro en casa y no embotellada, evitar siempre la compra de productos varios en bolsas de plástico, no aceptar popotes, no usar platos, vasos y cubiertos desechables de plástico, emplear jabones y shampoos naturales, de preferencia sin envolturas o envases…
Todo esto hace una enorme diferencia. Recordemos que si cuidamos nuestra salud desde una perspectiva super consciente, estaremos cuidando la salud de todos los que nos rodean y del planeta Tierra. Todo está conectado. Todo es una sola cosa.

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