El mayor causante del envejecimiento es la oxidación, ya que daña las células y estas pierden el poder de regenerarse como células normales. Cuando el organismo está invadido por sustancias oxidantes, o cuando él mismo las genera, surgen diversos tipos de antioxidantes, especialmente enzimas que nos protegen al evitar que nuestras células sufran daños. Cuanto mayores sean las reservas de enzimas, más difícil será que el cuerpo se oxide.
La mejor manera de disponer siempre de una buena reserva de enzimas es seguir hábitos dietéticos y de vida que nos ayuden a mantener los intestinos en buen estado, es decir, sin pólipos y que funcionen bien.
Cuando el intestino debe enfrentarse a una gran cantidad de carne en descomposición y otras toxinas, sus cultivos internos se deterioran. Cuando se da un predominio de bacterias malas en el intestino, las bacterias intermedias que habitan en las tripas se ven superadas por las bacterias malas y se vuelven malas a su vez. Las bacterias intermedias empiezan no siendo buenas ni malas, pero se transforman en buenas o malas en función del equilibrio de las demás bacterias intestinales, como ocurre a los adolescentes cuando se ven influidos por sus amigos. Dicho de otro modo, si los intestinos contienen una cantidad predominante de bacterias buenas, las bacterias intermedias se volverían buenas. Si los intestinos contienen predominantemente bacterias malas, las bacterias intermedias se volverán malas.
Además, las bacterias intestinales buenas, que son las responsables de crear muchas de las enzimas que utilizamos a diario, se verán anuladas por las bacterias malas generadas por las toxinas. En ese caso, se consumirá una enorme cantidad de valiosas enzimas para descomponer las toxinas que se generan en el intestino, lo que debilitará la capacidad de antioxidantes del organismo. Este cambio del predominio de bacterias buenas al de bacterias malas deteriora el poder de las enzimas para replicarse e impide que el sistema inmunitario funcione a su máxima potencia.
El intestino es el mayor órgano inmunitario de nuestro cuerpo. Cuando una sustancia tóxica lo invade, reacciona con mayor rapidez que cualquier otro órgano y pasa la información al sistema inmunitario.
Si la sustancia tóxica permanece en el intestino, causará diarrea, que es la manera que tiene nuestro cuerpo de excretar las toxinas. Si éstas invaden otras partes del organismo, el sistema inmunitario enviará células inmunitarias a eliminar el peligro. Los glóbulos blancos nos protegen de la invasión de virus. Tenemos, además, células asesinas conocidas por su poder de suprimir células cancerígenas y otros linfocitos, como los T o los B. De 60 a 70 por ciento de estas células se encuentran en el interior de los intestinos.
En otras palabras, los intestinos son el centro de mando del sistema inmunitario del cuerpo entero.
El intestino es un órgano extraño porque no está controlado por el cerebro. Cuando alguien sufre muerte cerebral, el corazón y los pulmones dejan de funcionar a menos que se emplee un respirador artificial. Sin embargo, los intestinos seguirán absorbiendo nutrientes y eliminando los desechos sin que les llegue ninguna instrucción desde el cerebro.
Existen dos tipo de nervios autónomos:
Los simpáticos y los parasimpáticos, que equilibran las funciones de nuestro cuerpo. El cerebro, el corazón y los pulmones están controlados por el sistema nervioso simpático. Cuando estamos tensos o excitados el sistema nervioso dominante es el simpático. Por el contrario el sistema nervioso parasimpático controla el estómago y los intestinos y es el que controla el cuerpo mientras dormimos y cuando estamos relajados.
Cuando no te encuentras bien lo normal es que quieres tumbarte a descansar. Esta necesidad de relajarse y dormir es la manera que tiene la naturaleza de crear las condiciones idóneas para que el sistema nervioso parasimpático se haga con el control y así el sistema inmunitario pueda funcionar con mayor eficacia. No obstante aunque tu cuerpo esté preparado para seguir las indicaciones de los intestinos, si el intestino lucha en dos frentes a la vez -contra las toxinas que invaden el cuerpo y con una capacidad disminuida de recuperar las enzimas-, estas señales se recibirán de manera confusa y el sistema inmunitario no será capaz de ejercer su función con eficacia. Por eso una salud intestinal deficiente conducirá a un estado de salud general deficiente. El deterioro de las características intestinales reduce la cantidad de enzimas de que dispone el cuerpo y afecta negativamente la producción de nuevas enzimas, lo que acaba deteriorando el sistema inmunitario. Las funciones inmunitarias y el poder de las enzimas se rigen por relaciones de reciprocidad. Unos de los motivos por los que nos volvemos propensos a enfermar es el deterioro de las funciones intestinales.
Si queremos conservar los intestinos en buen estado lo ideal es que sigamos siete hábitos de salud:
1. Ingerir una dieta adecuada.
2. Beber agua pura.
3. Evacuar adecuadamente.
4. Respirar correctamente.
5. Practicar ejercicio moderado.
6. Descansar y dormir bien.
7. Reírse y tener sensación de bienestar.
Comments are closed.